Me sumergí en el pastizal, de a poco, con una mezcla de intriga, miedo, ansiedad y asombro.
Durante muchos días observé y recolecté, tomé notas, pinté con pastos, hice algunos dibujos. Empecé a preguntarme cómo sería posible trasladar algo del pastizal a una sala de exposiciones, cómo sería contar lo que yo estaba viendo y disfrutando de una manera simple pero ala vez sensible. Y en ese preguntarme surgieron otras preguntas en mi mente, comencé a pensar cómo me estaría viendo el pastizal a mí y a mis compañeros.
Al mismo tiempo me fui enamorando de los pastos, empecé a clasificarlos y a ver que hay una gran diversidad de colores, tamaños, formas, y que todos son diferentes y hermosos.
Reflexionando en el pastizal y sobre el pastizal fue que empecé a tejer, primero en un pequeño telarcito que había llevado conmigo y luego armando estructuras más grandes.
El pequeño telar me permitió ir tomando fotografías a través del tejido que me conectaban con la idea de ver a través del pastizal, lo cual me resultó muy interesante y pensé en la posibilidad de crear filtros para ver. De ésta manera fue que tejí algunas piezas cónicas, otras rectas, otras en forma de máscaras.
Pero también me seguía interpelando esto de llevar el pastizal a la sala, brindarle al espectador la posibilidad de ver a través de él.
El resultado fueron varias piezas tejidas, una instalación botánica y un cuaderno - herbario donde recopilé el material de aquellos días.
A esta serie la llamé ¨Espigadora¨, un término que conocí hace muchos años en un documental de Agnès Varda que cuenta cómo las familias cosechaban las espigas de trigo manualmente en el campo y cómo más tarde ese término fue mutando a lo largo del tiempo.
Así me sentí, juntando pastos en el campo acompañada por mis compañeros, para luego dar lugar a otra cosa, y todo este accionar es parte de esas obras, como también lo es el paso del tiempo, ya que las mismas han ido mutando en su estado desde que las empecé a tejer hasta hoy y lo seguirán haciendo.